Mi prólogo a cada texto que escribo
Emiliano Crivellari
Pensar diferente es complicado, no hay duda que no es sencillo llegar a conclusiones distintas de las que dirigen las acciones de la mayoría de las personas. Pensar diferente y actuar conforme a cómo se piensa es aún más complicado. Pensar diferente, actuar conforme a como se piensa y, además, respetar el pensamiento del otro es un desafío constante repleto de tropiezos y caídas, pero que, cuando se consigue, enaltece al que respeta y al respetado a los máximos estadios de la dignidad humana, sembrando un universo de paz y convivencia armónica.
Soy sólo una persona más, una persona que, como todas, reflexiona, simplemente eso, y hoy, sencillamente, deseo compartir lo que pienso. Ideas, reflexiones, deseos, todos tan valiosos como las ideas, reflexiones y deseos de los demás. Como dijo Walt Whitman: “…Ni erguido por encima de los hombres y mujeres, ni alejado de ellos (…) quien degrada a otro me degrada a mí…” (Ver nota al pie 1) Estas son mis ideas y no valen mucho, no soy fiel a ellas, soy fiel al afán de alcanzarlas, fiel al deseo de llegar a conclusiones luego de una profunda reflexión. Mis ideas son una invitación a escuchar las ideas contrarias, porque las ideas contrarias me hacen crecer, me fortalecen o me corrigen, de las dos maneras crezco, con pensar crezco. Voltaire expresó, a pesar de su aparente intolerancia a algunos credos, algo así como “no estoy de acuerdo con lo que dices pero defendería con mi vida el derecho que tienes a decirlo”, creo que ese es el espíritu que impregna mi filosofía, lo necesito, no tengo enemigos, no tengo némesis, todos me ayudan, a todos defiendo, no importa que tan contrario a mí piensen; es que si todos nos regocijáramos en las mismas ideas, ¿Cómo sabríamos que estamos equivocados, si llegáramos a estarlo? Cuando Aristarco propuso que el sol era el centro del universo y los planetas giraban en torno a él todos se espantaron, era una idea diferente, contraria a la idea, geocentrista, que todos daban por establecida, conocida e indiscutible, incluso el mismo Arquímedes había construido un planetario con el modelo de la tierra en el centro, pero luego de leer a Aristarco le dio una oportunidad, reflexionó, y ¡todo cerraba perfecto!, todos los cálculos daban resultados precisos, no había duda, la tierra giraba alrededor del sol, lo aceptó, creció, todos ganaron, la humanidad ganó, aunque luego, claro, hubo avances y retrocesos.
Pero soy humano, demasiado humano diría Nietzsche, también tuve mis fanatismos, mis creencias dogmáticas, mi intolerancia, conozco esa sensación de rabia incontenible cuando uno escucha hablar a alguien que piensa y defiende con vehemencia todo lo contrario, esa bronca cuando el otro ataca los cimientos más indiscutibles, aquellas verdades absolutas, sobre las que hemos construido nuestro sentir, nuestro mundo, nuestra estructura de pensamiento, sobre todo aquellos fundamentos que tienen más "obediencia" que "reflexión", la religión, la política, la moral, la sexualidad, aquellas bases transmitidas con las que nos han programado desde pequeños aquellos que también fueron así programados. ¡Cuánta molestia genera! Oír a alguien defender con exacerbación ideas contrarias a las nuestras, oírlo hablar sin que acepte siquiera revisar sus postulados, verlo incluso con arrogancia y desprecio hacia "los demás", a los que pensamos distinto, y que, según él, seremos condenados en el infierno o nos ahogaremos en el error más oscuro del universo; en fin, todo eso causa casi siempre una profunda aversión.
¿Ha sentido usted, estimado lector, algo así alguna vez? El cambio hacia la tolerancia es un camino, un camino largo, creo recordar un proverbio que decía "todo camino, por largo que sea, comienza con el primer paso". Ese primer paso llegó a mí a través de un pensamiento de Confucio que decía algo así: "cuando estemos frente a personas dignas, debemos intentar imitarlas. Cuando estemos frente a personas indignas, debemos mirarnos a nosotros mismos y corregir nuestros errores". Entonces, ¿y si yo también era así de irritante cuando exponía mis ideas sin aceptar las de los demás? ¿Si yo también generaba esa molestia?, y lo peor… ¿si yo también estaba equivocado? ¿Por qué habría de suponer que no podía estarlo?
Insisto, mis ideas no son absolutas, creo que quizás nada es absoluto, me identifico más con la idea del cambio, del movimiento, del dinamismo; es que todo se mueve, todo nuestro mundo, nuestra realidad es movimiento, somos materia en estado vibrante, todo está, físicamente, en movimiento, y creo que las ideas también. Heráclito de Éfeso afirmó (a pesar de lo controvertido de la autoría de la frase) un principio que postulaba algo así como que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río, ya que la segunda vez no sería el mismo ni el río ni uno. Lo que pienso es dinámico, no sé si pensaba lo mismo ayer (de hecho creo que pensaba distinto), ni si pensaré lo mismo mañana; si cambio de parecer apuesto que será para mejorar, para perfeccionar el pensamiento, es la esencia de la dialéctica (la del S. XVIII), uno propone una tesis, otro una antítesis y como fruto de ambas surge una síntesis, ¡dos ideas contrapuestas que generan una nueva idea, más precisa y perfecta que las dos que la originaron, simplemente sensacional!, y luego esa síntesis podría ser tesis de otra antítesis y así sucesivamente, logrando cada vez mayor perfección, mayor excelsitud de pensamiento. Ante esto ¿Quién puede preferir el silencio?, únicamente aquel que quiere que el pensamiento no evolucione, lo que creo que es triste. “Ser fiel a los ideales” es un cliché motivador, pero también una trampa mortal.
Existe un libro de Jaime Barylko llamado “La Filosofía. Una invitación a pensar”, lo leí de chico y fue uno de los responsables de mi interés en el pensamiento, en él cita a Paul Feyeraben: “el pensamiento nunca debería dejar de ser diálogo para ser viviente” (Ver nota al pie 2). Y luego hace referencia a Sócrates afirmando que si nos quedamos con nuestras propias ideas éstas se nos vuelven una cárcel y no crecemos.
En fin, mis ideas no son absolutas, quizás nada lo sea, son sólo una propuesta, son una nota al viento, un pedido, postulaciones que ansían ser contradichas. Nunca me vean como un orador queriendo convencer, sino más bien como un ignorante, incauto queriendo ser corregido, educado. Jamás faltaré el respeto a nadie, no es mi intención ofender ni dañar, pero tampoco callaré, ni disfrazaré para no herir sensibilidades, me comunicaré asertivamente, y ruego lo mismo a quien quiera dialogar conmigo.
Como dice Lin Yutang “Este es un testimonio personal, un testimonio de mi propia experiencia de pensar y de vivir. No lleva la intención de ser objetivo ni tiene pretensión de establecer verdades eternas (…) lo que vale es el punto de vista…” (Ver nota al pie 3)
Por favor, que no queden dudas, no soy hereje, no soy revolucionario, no soy nada, quizás un poco humanista, quizá un poco existencialista, creo, soy sólo un hombre más, como diría Whitman “un cosmos” (Ver nota al pie 4) , al igual que tú, le agrego, si se me permite.
Ambos somos un suceso invaluable, asombroso, perfecto, por mi parte lo que más deseo es resaltar esa capacidad que nos hace únicos, esa capacidad, que, de ser ignorada, es como desconocer nuestra propia humanidad, no le temamos, expongámosla, aprovechémosla libremente, sin prejuicios ni tabúes y veamos a dónde nos lleva.
- Whitman Walt. “Hojas de Hierba”. Colihue Clásica. Buenos Aires. pag. 128
- Barylko Jaime. “La Filosofia. Una Invitacion A Pensar”. Planeta. Buenos Aires.
- Yutang Lin. “La Importancia De Vivir”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. Pag. 4
- Whitman Walt. “Hojas de Hierba”. Colihue Clásica. Buenos Aires. pag. 128